Las gotas de agua saltan por millones convertidas en ínfimas bolas de frescor, en nubes de espuma empeñadas en descargar su humedad de forma inmediata en mi cara. Está helada, lo propio en aguas que vienen del deshielo, de la nieve acumulada en las cimas durante todo el invierno. La pala trabaja rauda, se hunde en el curso, corrige el rumbo que la corriente se empeña en otorgarme. Esquivo rocas, me elevo sobre las olas, absorbo las sacudidas y embates de la furia de este río que me lleva presuroso, deseoso de deshacerse de mí. Luchamos como dos titanes. Un rápido, otro más… Frente a mi un estrecho pasadizo. Lo conozco bien, sé por dónde tengo que ir y me concentro. Los remolinos de espuma me acosan, las paredes de piedra me amenazan y desciendo emocionada, pletórica, rendida, sin luchar… La sensación es fabulosa.
Reportaje sobre Piragüismo en aguas bravas en el número 106 de El Mundo de los Pirineos.