Tal vez sea por que sus casas de piedra y pizarra, preparadas para los rigores invernales, trepan por la ladera de la montaña como si no hubiera un mañana, como si no fuera suficiente estar ubicadas a casi mil quinientos metros de altitud. Suben por los prados verdes arremolinadas, dando forma a un mar de coquetos tejados sin la espuma de las olas pero con el blanco impoluto e infinito que le otorga la nieve cada invierno. Entonces soplan las ventiscas, el frío se instala en sus calles y los copos revolotean indecisos, con pereza y sin prisa alguna por caer al suelo. Ninguno de ellos consigue ocultar la belleza de este pequeño pueblo de Val d’Aran. Incluso cabe decir que la resaltan más.
Tal vez sea por que en primavera estallan los colores vivos de las flores. Las de los prados de altura cuidadas por el ganado, salvajes y libres margaritas, campánulas, acónitos… y las que adornan ventanas, balcones y esquinas, gotas coloridas de cientos de flores domesticadas en maceteros.
A lo mejor es porque el río Unhola pasa a su vera tras escapar de los lagos de Liat y de Mauberme. O por el impresionante escenario natural que custodia al núcleo urbano. Las montañas pirenaicas tienen una presencia rotunda, magnífica.
O tal vez sea porque el silencio y la tranquilidad recorren sus calles, corretean entre las grietas de los muros de piedra, zigzaguean entre las casonas aranesas (Casa Menginat, Casa es de Pansart…) y rebotan en los adoquines y maderas. O puede que sea el compendio de todo ello. Su precioso centro histórico forma parte del Inventario Arquitectónico de Catalunya. En él se ubican el museo Eth Corrau, feudo de las tradiciones, la cultura y la vida rural aranesa; la quesería Tarrau, que ha recuperado las maneras de elaborar el queso tradicional aranés; y la iglesia parroquial de Sant Fèlix (siglos XI – XII).
La cuestión es que Bagergue forma parte del excelso grupo de los pueblos más bonitos de España, el único pueblo de Catalunya merecedor de esta distinción. A su vez, ostenta la máxima distinción en el movimiento Viles Florides por cuarto año consecutivo con cuatro Flores de Honor. Todo un lujo para los sentidos.