Estoy preparada para correr en la maratón de New York, o en la de Bostón… O para hacer la Bilbao-Behobia a buen paso, o la Transpirenaica en dos semanas… Podré con todas ellas. En los últimos tres días he andado, a veces he corrido, kilómetros y kilómetros. Me llamaba el director comercial de la revista: ¡Oye, que cambiamos el anuncio de la página tal por el de la cuál! ¡Oye, que se cae el anuncio de la página tal! ¡No, no, espera, que me entran dos nuevos!. Y yo, obediente, movía anuncios como si estuviera barajando cartas en un casino de Las Vegas. La diseñadora, a la cuarta carrera, me miraba por encima de las gafas con cara de pena. Yo, sofocada, intentaba mantener el tipo, que para eso soy la directora, ponía cara de eso, de directora, y elevaba el tono un poquito, que parece que da más empaque al asunto: ¡Hay que mover…! Todo mero teatro. Ella seguía mirándome con cara de pena.
La verdad es que el cierre de este número, el que estará en el quiosco en mayo, ha sido caótico, estresante y casi rocambolesco. Pero ¡ya está en la imprenta!, a la espera del último paso, ese que le lleva de ser unos pdfs que vemos en la pantalla del ordenador a convertirse en una revista tangible, la número 99, dedicada a varios valles navarros. Está al caer. Pronto os daré más detalles de ella.