El terreno era abrupto y la noche oscura. Un tropezón seguía a otro, entrelazados por alguna caída ocasional. No había luna que alumbrará sus pasos, ni una linterna, solo oscuridad, un guía desconocido en el que confiar y un murmullo continuo, el de los pies al rozar las piedras, la hierba y el barro. Las piernas acusaban un cansancio extremo, los pulmones parecían a punto de colapsarse, incapaces de hacerse con el oxígeno necesario para que toda la maquinaria siguiera funcionando. Pero el miedo funcionaba como un motor de excelentes cualidades. Durante la Segunda Guerra Mundial miles de personas escaparon al horror y la persecución nazi atravesando los Pirineos hacia la vertiente sur. Una gran parte de ellos eran judíos, pero también había miembros de la resistencia francesa, pilotos aliados… Muchos consiguieron llegar a un lugar seguro, alcanzaron la deseada libertad. Otros terminaron en la cárcel y los campos de concentración. Sus historias están labradas en los pasos y rutas de montaña que usaron por las comarcas de Lleida. Son las rutas de la evasión. El mundo de los Pirineos, nº 103.