En lo más crudo del crudo invierno

INVIERNO

La nieve no huele a nada. Por más que el zorro pasea el hocico por su superficie no consigue encontrar rastro alguno. Levanta la cabeza y otea el paisaje, blanco y mudo. Sus orejas giran a un lado y otro, como radares bien entrenados. Nada, ni un mísero crujido, solo el siseo del aire que acaricia las ramas desnudas y los carámbanos cristalinos. El zorro no desiste en su lucha contra el invierno. Tiene que encontrar algo a lo que hincarle el diente, ya que desde esos tristes gusanos del desayuno no ha entrado nada más en su estómago. El frío y la nieve se lo ponen difícil; muchas de sus presas habituales hace tiempo que se marcharon y no volverán hasta la primavera. Otras están bien escondidas, con sus despensas repletas para aguantar el tirón invernal. Se para en seco. Le ha parecido oír un rumor tenue. Olisquea el aire, intentando descubrir qué es. Sí, hay algo allí delante. Ahora ha visto un pequeño movimiento. Se acerca muy despacio, parece un pajarillo, un pequeño bocado. Sabe que es difícil, no tiene dónde esconderse. Se va acercando muy despacio, dispuesto a saltar cuando se encuentre a la distancia adecuada. Pero el pajarillo lo ve a la legua. Gira su cabeza, lanza un vibrante “chrrui” y tras dos saltitos moviendo la cola y sacudiendo las alas, como una burla, el acentor se eleva rápido y desaparece. El zorro levanta la cabeza. Ahí va su bocado. No le queda otra que seguir buscando. Reportaje sobre Fauna invernal. El mundo de los Pirineos nº103. Bidasoa y Costa Vasca.

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