Habría que reivindicar la necesidad de deambular, caminar sin tener un objetivo claro, ni una cima, un cañón, un valle, un collado… ningún destino establecido, nada más allá que el simple paso, uno tras otro, dispuestos a la observación, casi con exageración, del entorno por el que nos movemos, sin ningún apuro en pararnos y escudriñar aquello que llame nuestra atención, una planta, una rugosidad en el tronco de un árbol, la vida alojada en los pliegues de una roca, los matices del verde de la hierba, sus tonos diferentes en cada brizna… Sin duda nos perderíamos, de forma consciente, claro está, pero esa mirada en lo cercano acabaría por desorientarnos totalmente. Sería un viaje eterno, infinito, abiertos a nuestro entorno, formando parte de él, un caminar en el que nos atraparían las tinieblas de la noche lejos del hogar…
Hagámoslo. Estamos en primavera. Pongámonos unas zapatillas cómodas, tomemos una mochila ligera con lo imprescindible y salgamos a disfrutar de los mil y un caminos que nos ofrecen los Pirineos. Es tiempo de caminar y descubrir senderos. www.elmundodelospirineos.com