Cuesta que creer que este mar manso que, en estos días de calor, parece no tener la fuerza suficiente para llegar a la costa pueda rugir y saltar metros, volar literalmente sobre los acantilados. De ello dan fe precisamente las paredes de tierra y roca que se asoman al mar Cantábrico. Es la de Asturias una costa torturada, azotada por el salitre, violentada por el agua y el viento. Pero en ese dolor radica su belleza.

Las rocas han aguantado durante siglos los embates marinos, pero han tenido que pagar un precio. Han cedido trocitos de su esencia, se han deformado ( …o formado, según cómo lo miremos) y han visto su faz cosida por grietas y agujeros. Hay rocas que se levantan orgullosas, como estatuas imperiales, ajenas a la propia tierra, rodeadas de mar. Hay agujeros que permiten que las olas se cuelen por ellos, y ejercen entonces su magia, impulsan hacia el cielo el agua salobre convertido en espuma, en millones de gotitas. Los bufones silban y estrechan entre sus fauces rocosas el ímpetu marino. Es todo un espectáculo que el fotógrafo Julio Herrera ha sabido captar con sabiduría en sus imágenes, las que ilustran está guía de rutas a pie por la costa asturiana.

Los pueblos que se asoman a estos acantilados, a este mar bipolar, de alma furiosa y estampa pausada, nos regalan rincones bellos y balcones desde los que asomarnos. Los faros, imprescindibles luceros, forman parte del espectáculo, candilejas de luz y sonido que guían en la oscuridad y entre las brumas a los barcos.

La costa de Asturias no defrauda, más bien enamora e invita a deleitarse con el espectáculo en cualquier época del año. Estas 38 rutas son una invitación en toda regla para dejarte querer, para disfrutar de las vistas y del aroma marino. Son propuestas para asomarse a los acantilados asturianos.
Te dejamos una píldora para que la degustes: