El trino de un pájaro dota de alegría a la umbría del bosque y el encuentro continuo entre las botas y la hierba genera un roce sensual cargado de murmullos y siseos. Un poco más allá escuchamos el rápido movimiento de un roedor por la hojarasca (cris-cras-cris-cras) y las aguas de algún riachuelo, ajenas a nuestro paso, continuan con su conversación alocada y divertida.
Y es que hay valles que rezuman esos «silencios» sonoros, valles en los que no nos toparemos con una persona en muchos kilómetros. Vamos a los Valles Escondidos de Catalunya, los tesoros del silencio. Clicka en el enlace para disfrutar de un trocito de este libro que puedes reservar en www.sua.eus