Cinco colosos de Val d’Aran

Es un placer absoluto pasear la mirada por el territorio aranés desde lo más alto, perderse en el verde absoluto que colorea el paisaje más abajo, allá donde los tupidos bosques intentan trepar sobre la roca, los ríos corren como locos al tiempo que reparten frescor y agua, y la naturaleza se desborda imparable. Todo esto discurre a los pies de las altas montañas, picos con personalidad, figuras rotundas con perfiles bien marcados. Custodian Val d’Aran más de medio centenar de cimas situadas por encima de los dos mil metros, excelentes balcones panorámicos que harán las delicias de cualquier montañero.

Montcorbison.

A la cabeza de todos ellos está el Tuc de Molières (3.010 m), un gigante granítico que se erige imponente, desnudo y cosido con crestas rocosas. Se trata de un techo de lujo para un reino de piedras, derrubios y tarteras entre las que se arrebujan pequeños lagos, testimonio de su pasado glaciar. Pero no nos dejemos asustar por su estatus, ya que este tresmil que marca límites entre Aragón y Catalunya, es accesible y se deja querer por lo cientos de montañeros que llegan a su cima.

Muchos son también los que se decantan por la ascensión al Pic Montcorbison (2.173 m), ubicado en el corazón del territorio aranés. No es de extrañar, ya que accesibilidad y buenas vistas sobre los pueblos y valles de Val d’Aran son los regalos que nos hace esta montaña. Por el camino, además, podremos disfrutar de los bosques de Baricauba y la encantadora Bassa d’Oles, un lago emplazado en ese entorno boscoso.

Montardo cargado de nieve.

Pero una cumbre mítica y reconocida, en cualquier caso, es Montardo (2.833 m). A lo mejor es porque su figura cónica se asoma al fabuloso territorio del parque nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, aderezado con cientos de lagos, o porque su cara norte se alza rotunda y retadora, pero con la elegancia de un divo de ópera, sobre Arties y el valle de Valarties, nada que ver con su vertiente sur, asequible y amable. El recorrido para subir a la cima es una delicia aderezada con hayas, abetos y lagos. 

No está exenta de magia Montlude (2.518 m), modesta pero muy atractiva, a la que el sol acaricia con los primeros rayos del día, de ahí que también sea conocida como la montaña de la luz. Su esbelto perfil se eleva sobre los valles de los ríos Torán, Garona y Varradós, y a sus pies encontramos frondosos bosques, oscuros barrancos y lagos de aguas prístinas.

Quien busque paisajes salvajes que les transporten a lugares recónditos ha de ascender al Mauberme (2.882 m), bellas, imponente y poco visitada. Si la vemos desde el norte, se alza con fuerza, como si quisiera marcar las diferencias con las cimas de alrededor. El desnivel es muy acusado, dos mil metros desde el pueblo de Eylie; desde el sur accedemos por Bagergue y el valle de valle del Unhola, cuyo río de aguas rojizas nos cuenta antiguas historias sobre las explotaciones mineras que allí funcionaron.

A la la izquierda, Tuc de Mauberme; a la derecha, Tuc de Crabes.
©Rafael López Moné

Para obtener más información sobre las rutas para ascender a estas montañas y los diferentes servicios existentes consúltese la página web:

www.visitvaldaran.com/senderismo/

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