Diario de las Siete Cumbres

¿Afán de superación? ¿Simple pasión por las montañas? ¿Fortalecimiento interior? ¿Qué lleva a una persona a completar retos exigentes que parecen ir más allá de nuestra propia resistencia? ¿Rondan esas preguntas y cuestiones por la cabeza de los montañeros que se enfrentan a retos extremos?

A veces es la inercia de la vida la que nos deriva sin casi darnos cuenta a esas aventuras. Eso o que nuestro inconsciente tiene la determinación y la decisión tomada y no ha dicho nada a nuestra mente consciente… Paco Monedero comenzó con este reto de las Siete Cumbres del Planeta sin darse cuenta. Se fue al Aconcagua con la intención de vivir una aventura en una montaña grande. Sufrió y disfrutó, midió sus fuerzas y vio que aquel amor que desde niño tenía por las montañas adquiría una nueva dimensión. Fue una manera de calentar motores para irse después al Kilimanjaro. En esta experiencia, además de llegar a la cumbre en tiempo récord, pudo saciar otra de sus pasiones: la fauna salvaje.

Tras la aventura africana llegó el turno del Elbrus, una visita al Cáucaso para asomarse al continente europeo desde la cima más alta. Este póquer inicial de ases se cerró con la cumbre del Everest. Las circunstancias personales vividas en los meses previos marcaron, sin duda, la ascensión al gigante asiático. Fue una experiencia amarga y dulce al mismo tiempo, una suerte de montaña rusa de sentimientos y sensaciones que terminó con éxito en todos los aspectos. Y fue precisamente al bajar al campo base cuando fue consciente de que había subido ya cuatro de las siete cumbres de este reto internacional. Estaba abocado a terminarlo, porque quería hacerlo y porque se sentía capaz y motivado.

Así, vinieron después la Pirámide de Carstensz, donde fueron sus enemigos acérrimos la selva de Papúa Nueva Guinea, la humedad, los caníbales, los mosquitos… El Denali, en Alaska, la montaña más alta de América del Norte, se lo puso difícil y le exigió un segundo viaje. Y finalizó en el monte Vinson, en la blanca y gélida Antártida, una continua batalla contra el frío y el hielo.

Tras finalizar, recapituló. Había tomado notas y escrito un diario de cada una de esas ascensiones y le pareció que el colofón adecuado para lo vivido y sentido era escribir un libro. En Diario de las Siete Cumbres nos hace partícipes de todo lo sucedido y vivido con un lenguaje cercano e intimista. Nos invita a caminar junto a él y a disfrutar con sus recuerdos.

Os dejamos un aperitivo del libro, para abrir boca…

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